Siempre la conmovió escuchar a su madre tocar el violín. La veía fundida con su instrumento. Eran uno. Se complementaban de una manera tan armoniosa que la niña no podía más que cerrar los ojos y dejarse atravesar por las notas que la arropaban como cuando su madre, de más pequeña, entraba en su cuarto a darle su beso de buenas noches y cubrirla, mientras le cantaba una suave canción hasta que Caro se dormía, acunada por la voz angelical y sutil de su madre. La niña creció entre acordes y melodías. Cuando tuvo edad suficiente para sostener un violín, su madre le regaló uno, primorosamente tallado, brillante, y tan esmeradamente acabado como el que ella misma atesoraba, también regalo de su propia madre. Y Caro de a poco, casi como jugando, casi como recordando simplemente, aprendió a sacarle la misma magia a sus cuerdas como desde siempre había escuchado hacer a esas dos mujeres maravillosas que la habían precedido en esas artes mágicamente expresivas. Era arrobador escuc
Un intento de bitácora, con pinceladas de Psicología, Grafología, Astrología. Con artículos, poemas, cuentos, reflexiones, notas, programas y entrevistas radiales, y un gran etcétera. Un reflejo de mi propio eclecticismo, de mi devenir, mi pensar y mi sentir, en interjuego dialéctico con ustedes.