“Los hombres están cada vez más histéricos”
No dejo de escuchar esta frase.
Pacientes mujeres, amigas, conocidas, contactos del face… por donde quiera la
escucho. Y la digo yo también de cosecha propia, qué negarlo? Dentro y fuera
del contexto psicológico. Dicha desde el saber profano. Y qué significará???
Y qué definimos las mujeres al
decir que los hombres están cada vez más histéricos? Eso mismo. Un masculino
“Vengo y me voy”.” Toco y huyo.” Pero no
es que ahora se empeñen los varones en evitar la intimidad sexual como las
adolescentes de antaño. Nooo, de esa intimidad no estamos hablando. Creo,
analizo, pienso, siento que la intimidad que los asusta es la intimidad
afectiva, la cercanía vincular con una mujer.
Pero y por qué??
Dándole vueltas al asunto
aventuro una hipótesis. Quizá no sea la única que explique el fenómeno. Quizá
no sea tan generalizada la cosa, pero bueno. Se me ocurrió pensarlo así, a ver
qué opinan.
Abordé este análisis desde el
marco de la psicología junguiana. Tomé el proceso de polarización de la mitad
de la vida, dentro del camino del proceso de individuación que plantea Jung. En
este recorrido, la cosa apunta a ganar el máximo de experiencia posible
incorporando aquello de la identidad que en la etapa previa había quedado como
ajeno, como externo a mí, como negado de lo considerado como propio. O sea, la
sombra. Vale decir, en la primera parte de la vida voy construyendo mi
identidad, sin saberlo conscientemente, a partir de pares de opuestos. Si soy
fuerte, lo débil queda excluido (en la sombra). Si soy muy pensante, el
sentimiento queda debilitado y puesto afuera, negado a la conciencia, a lo que
me define. Jung llama a este juego de opuestos, principio de enantiodromía. Es
más abarcativo el término, pero vamos a aplicarlo en un aspecto, ciñéndolo a
este análisis, y en el marco de este proceso de cambio.
Entonces, pongamos por caso a nuestro
hombre tildado ahora a sus digamos 45/55 años, como histérico. El caballero
definió su personalidad, si estaba dentro de los parámetros habituales, como
alguien de pensamiento lógico, de un hacer proactivo, que se caracterizaba por
su pragmatismo, su capacidad de resolución de conflictos de la esfera externa,
la pública. Conflictos y desafíos ligados al trabajo, al armado de una casa
(casa, no dije hogar), a la protección de la familia que armó casi por inercia
de noviazgo largo, en la que se implicó pero solo desde el compromiso
responsable de armar y sostener una familia. Muy pocos dicen haber estado
realmente enamorados de la compañera que eligieron; hasta lo dudan, y si lo
dudan es porque no han estado enamorados. (Caramba, que cuando uno se enamora,
el trastorno es tan fuerte que es imposible pase desapercibido!! ).
Por lo general, se casaron con la noviecita
que les atrajo en la juventud, le relegaron a ella las tareas de criar a los
chicos, de dirimir los asuntos emocionales domésticos y ellos se dedicaron
mayormente a resolver los conflictos laborales en los que se implicaban para
poder sostener económicamente la casa y la estabilidad material de la familia.
De lo emocional, nada. “Por qué llora la nena?”, le preguntaba a su esposa.
“Porque el chico que le gusta en la escuela, no le dio bolilla.” “Ah, eso? Por
eso tanto escándalo? Hablale vos. Yo de
eso no entiendo nada.”
Hay muchas excepciones y
variables para este cuadro, pero en líneas generales, los caballeros de esa
edad han transcurrido su primera etapa de la vida de este modo. Ellos afuera
encargados de lo racional/material y sus esposas adentro encargadas de lo
emocional/sutil. Como si uno armara la casa y la otra armara el hogar.
Pensemos en un péndulo. Que toma
envión y va para un extremo hasta que lo agota y vuelve hacia el opuesto. Qué
le pasa a este caballero? Puede, y es lo más habitual, pasar por un divorcio.
Que no entendió. Muchas veces los escuché decir que la esposa les vino con
planteos que no entendían y que luego sin más, les planteó el divorcio. Por las
buenas, por las malas, la cosa es que muchos salieron lastimados, sin entender
los por qués. Ya que los por qués suelen ser sutiles/emocionales, y este
lenguaje o tipo de experiencias no las sabían manejar, ni mucho menos entender.
En definitiva se hallaron solos,
extrañando a la familia, con la cuenta en cero de todo lo material que habían
armado, ya que la ex se queda habitualmente con los chicos y con la casa. Y
ellos con una pregunta mayúscula sin entender demasiado qué pasó. Y con mucha
soledad, que a veces tapan con ruidos diversos.
Es que el lenguaje emocional suele
ser arameo básico para ellos. O cosa de gays, como los he escuchado decir. Pero
tanta angustia sin nombre los sitúa, en un punto, con incertidumbres que van de
a poco cobrando forma, sentido en el mejor de los casos, y si no lo logran, los
deja heridos, acorazados, refractarios a confiar en la mujer.
Paralelamente la cúspide de su
vida profesional ya los tiene más o menos a todos estos caballeros a esa edad en
una zona laboral o profesional de confort. Los guerreros de antaño, rebeldes,
inconformistas, se achancharon en un status quo cómodo, aburrido casi, pero
seguro y previsible. Y con necesidades que van cambiando y no entienden hacia
dónde perfilan.
Los que sobreviven a esta etapa
sin divorciarse, comienzan a vivir a sus nietos como no habían podido disfrutar
a sus hijos, porque cuando los tuvieron, estaban muy ocupados manteniendo la
estructura, afuera, dinámicos y desafiantes, trabajando en el ámbito público. Y
ahora ya con el caballo más cansado, y con la emergencia de nuevas necesidades,
se rebladecen, disfrutan de los nietos, de estar en casa, engordan cocinando,
cuando antes solo hacían un asado de vez en cuando, les gusta recibir gente en
casa, cosa que antes era patrimonio de los tironeos de su esposa que disfrutaba
de armar cenas familiares o con amigos a las que el caballero asistía pero sin
implicarse de lleno. Ahora las elige, las organiza, las disfruta con la esposa
ya cansada y con ganas de otras cosas. Parece que en esta etapa se invirtieran
los roles. La mujer, que estuvo atada al hogar, ahora con los hijos grandes, se
encuentra con tiempos propios que le permiten retomar cuestiones postergadas:
cursos, carreras, trabajo, profesión, amistades, viajes. Y el hombre, cansado
de estar afuera, busca la interioridad del nido y quizá descubre por primera
vez el hogar.
El caballero, anclado otrora en
el polo masculino, ahora empieza a sentir los aspectos femeninos que había
expulsado y puestos en la mujer. Se integra, se permite relajarse, reírse,
conectarse con las emociones, se vuelca más a la interioridad, se introvierte.
Y al revés suele suceder con la mujer.
Si este proceso lo hace con la
confianza de tener a su esposa al lado, suelta esta nueva emocionalidad, apoya
la cabeza en su mujer quien lo contiene y lo sostiene.
Pero si medió un divorcio de esos
que le resultaron dramáticos e inentendibles, lo emocional tanto proyectado en
la mujer como lo emocional interno que le empieza a surgir en germen desde
adentro, lo asusta, lo aterra, lo paraliza, o lo acoraza.
La cosa es que aunque tenga
miedos, esta emergencia aflora como lava de un volcán que puja por brotar. Y
más se asusta. Y el encuentro con una dama nueva, lo aterra. Quiere, pero teme. Y esto desde ya, confunde a la dama!!!
En este temerle a la mujer, se
puede refugiar en sus hijos, poner excusas de todo tipo y color, aferrarse a
ellos, al trabajo, para llenar el vacío, y tapar el miedo al contacto con lo
femenino. Lo femenino externo y lo femenino interno.
O se conecta con lo femenino propio (pero lo
femenino ligado a lo materno), y le sale un aspecto casi maternal hacia sus
hijos, quienes en algunos casos, le han
quedado a cargo, o los chicos han decidido irse a vivir con el papá.
Y en virtud de la polaridad resulta
ser que en muchos casos su ex esposa
ahora más abocada a lo externo, suelta a los chicos, como corresponde, para que
crezcan y el caballero resulta ser más maternal que las propias madres en esta
etapa de cambio. (Cosa que tampoco logran entender! Cómo su ex, tan buena madre
que supo ser, ahora está más abocada a su nueva pareja como mujer, o a su nuevo
empleo pero no a los chicos como antaño!!!).
Y muchos de ellos usan la culpa
como excusa, la indemnización: sienten que cuando los chicos eran chicos, no
les dieron como padres el tiempo que los
hijos demandaban y ahora sienten que deben dárselos, como un deber,
postergándose nuevamente, pero ahora ya no para trabajar por ellos sino para
hacerles de madre, en vez de dejarlos volar y hacer su vida. Loable excusa que
los redime de salir a buscar su propia vida afectiva a estos caballeros
renuentes!
Y ahí es que a algunos los vemos
tratando de recomponer su vida buscando una dama, pero a la vez, cuando la dama
le propone un contacto afectivo cercano, y ellos mismos sienten internamente
que lo necesitan, el miedo al fracaso, al dolor, a la incertidumbre, los repliega y
se ponen contradictorios. Quieren y no quieren.
Quieren y no pueden. Quieren y
no entienden que lo que temen no está afuera, amenazándolos, sino dentro de ellos,
sin nombre, como angustia difusa, amenazándolos también. Y muchos entonces se
recluyen, asustados como chicos que se despiertan tras una pesadilla pero sin
ningún abrazo femenino que logre calmarlos. Porque cuanto más les gusta la
dama, más miedo les despierta y la evitan con muchos de los pretextos que
mencioné antes. Se escapan.
Muchos dicen que no quieren
asumir más responsabilidades. Sí, la responsabilidad de poner sus sentimientos
y emociones sobre la mesa para entenderse. Para entender la emocionalidad que
se pone en juego en una relación donde el eje central ya no sean los hijos ni
el sostenimiento de la familia sino su propia emocionalidad, su estar bien, su
interioridad, su conexión real y afectiva con lo femenino de ellos y con la
mujer. Y con su propia masculinidad pero afrontada de otra manera.
Es que el primer contacto con la
mujer los situó como hijos. En la segunda etapa, la de armado de familia, el
contacto con la mujer, generalmente los apuntaló como padres, con una socia al
lado, pero como pareja parental (o sea pareja que es más que nada, papá y mamá.
Y no hombre/mujer). Contacto con la mujer como hijo, contacto con la mujer que
los sitúa como padres y si el crecimiento es sano, esta tercera etapa los
tendría que poner en contacto con la mujer pero como pareja, como par, como
adulto emocionalmente maduro, y… crecer cuesta!
No ver a la mujer como un hijo
cuidado por una nueva madre, o como padre de ésta a quien imponerle su ley,
sino como una adulta madura y él como adulto maduro. Aprendieron muchos a ser
hijos obedientes o padres responsables, pero no hombres adultos y maduros.
Emocionalmente maduros. (Podríamos revertir este análisis y ver que muchas
mujeres aprendieron a ser hijas y a ser madres pero tampoco devinieron adultas
autónomas y siguen buscando a un hombre-padre que las mantenga postergando su
independencia).
Por supuesto que hay casos
distintos, variables que no he tomado, experiencias diferentes con resoluciones
también diferentes. Pero esta es una hipótesis, un intento de entender el por
qué de estas conductas tan observables últimamente, este miedo feroz que tienen
muchos hombres a un compromiso real con una mujer, y que no implica el
compromiso económico, sino el más difícil: el afectivo.
Que implica recuperarse como
seres deseantes, no tendientes a cumplir solamente obligaciones; seres
deseantes y emocionales, polarizando lo que fueron antes, expandiendo su
identidad para no reconocerse solamente como lo que fueron sino como lo que
están siendo, en lo que están deviniendo. Incorporando los opuestos negados, lo
que estaba en la sombra.
Y sabemos que un obsesivo
racional y lógico excluye, pone en la sombra, lo histérico, lo emocional, lo
irracional, lo femenino. Hasta que la vida le pide que comience a integrarlo
para individuarse, para ir ampliando su marco de experiencias, y, si no lo vive
a sabiendas, con permisos, con plenitud, entonces lo arrasa, lo sorprende, lo
paraliza por el temor a lo nuevo y muchas veces se queda insatisfecho tratando
de agarrarse de lo viejo conocido, en la zona de confort, cuando ya lo que
menos tiene es confort sino pura insatisfacción ciega y sin nombre. Con
necesidad y deseo de mujer pero con miedos a la mujer. En esta conducta
contradictoria de acercamiento y de alejamiento. O sea, histéricos!! Sin saber
expresar bien lo que sienten y lo que quieren. Al final Freud tenía razón
cuando decía que debajo de un obsesivo había un núcleo histericoide!
O sino por qué? Dejo abierta la
pregunta a otras hipótesis. Entramemos voces.
Lic. Claudia Beatriz Gentile
Psicóloga clínica con orientación junguiana – Grafóloga
Pública - Astróloga
Temas de género - Terapia individual y de pareja - Talleres de
autoconocimiento - Grupos de reflexión - Cursos de grafología -
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