Desde que nacemos nos enseñan que debemos aprender a escuchar. Escuchar para aprehender el nombre de las cosas, las reglas del entorno; en definitiva, nos enseñan a estar atentos al deseo del otro.
Eso, durante algún tiempo –para algunos mayor, para otros, menor-, nos ayuda a ordenarnos. A saber qué se espera de nosotros, cómo se espera que nos comportemos en cada ocasión. Escuchando aprendemos. Luego actuando verificamos lo aprendido mediante el interjuego del ensayo-error.
Si aprendimos bien, seremos personas respetables. Respetadas. Haremos lo conveniente, lo esperable. Todo lo esperable, menos enfermar. Porque si tan sumisos somos ante esa voz omnipotente del Gran Otro del afuera, habrá algo que no tendremos en cuenta seguramente: nuestra propia voz.
En qué consiste, a mi criterio, no enfermar? En saber reconocer entre todas esas voces que desde afuera ordenan, que pretenden establecer nuestro orden, la propia voz. Darle un espacio preferencial a esa tímida voz que muchas veces desatendemos. La voz de nuestros propios deseos, de nuestros límites. La voz de nuestro cuerpo que nos dice “basta de tanto correr sin sentido” y que no escuchamos. La voz que nos dice “quiero una vida distinta”, y que acallamos por perseguir quimeras de seguridad.
La escucha de esa voz, y fundamentalmente, el hacerle caso, eso es Salud Mental. Y si la mente está sana es menos probable que el cuerpo enferme.
Eso, durante algún tiempo –para algunos mayor, para otros, menor-, nos ayuda a ordenarnos. A saber qué se espera de nosotros, cómo se espera que nos comportemos en cada ocasión. Escuchando aprendemos. Luego actuando verificamos lo aprendido mediante el interjuego del ensayo-error.
Si aprendimos bien, seremos personas respetables. Respetadas. Haremos lo conveniente, lo esperable. Todo lo esperable, menos enfermar. Porque si tan sumisos somos ante esa voz omnipotente del Gran Otro del afuera, habrá algo que no tendremos en cuenta seguramente: nuestra propia voz.
En qué consiste, a mi criterio, no enfermar? En saber reconocer entre todas esas voces que desde afuera ordenan, que pretenden establecer nuestro orden, la propia voz. Darle un espacio preferencial a esa tímida voz que muchas veces desatendemos. La voz de nuestros propios deseos, de nuestros límites. La voz de nuestro cuerpo que nos dice “basta de tanto correr sin sentido” y que no escuchamos. La voz que nos dice “quiero una vida distinta”, y que acallamos por perseguir quimeras de seguridad.
La escucha de esa voz, y fundamentalmente, el hacerle caso, eso es Salud Mental. Y si la mente está sana es menos probable que el cuerpo enferme.
Claudia Beatriz Gentile
El planteo de escuchar nuestra voz interior…excelente propuesta! Ahora, obrar en consecuencia es una tarea mas que difícil pues nos encontramos en una contradicción generalmente total con todo aquello que nos enseñaron para ser aceptados, respetados y por qué no, queridos. Callar nuestra voz interior parece ser el camino más llano para no entrar en crisis con el entorno (con todas las áreas que ello abarca) y hasta con ese yo sometido, crisis que se traduciría en miedos y pérdida de seguridades. Por lo que se llega a ir negociando cada vez mas hasta casi silenciarla, solamente dejando pequeñísimos instantes para ser oída ¡¡Horror!! Entonces....?
ResponderBorrarEntonces enfermamos y sumisamente recurrimos a fármacos suponiéndolos responsables de la cura. Y tapamos aún más esa voz, la del cuerpo en esta segunda instancia, que clama simbólicamente por hacer escuchar nuetro deseo de algún modo.
ResponderBorrarEntonces? La opción es nuestra, es personal y es producto del deseo de escucharnos y de hacernos oir.
Gracias por hacerte oir aquí.