Una visión transpersonal y colectiva sobre los duelos
Hace
poco, hablando con un amigo, debatíamos sobre las verdades absolutas y las
relativas. Y él me decía que según su enfoque, las verdades absolutas son las
que resisten a cambiar aunque se alteren los ejes temporo-espaciales. O sea,
aquellas que siguen siéndolo hoy, ayer y mañana, y acá o en la China. Y
obviamente que también resisten lo estrictamente individual y son
colectivamente verificables. Arquetípicas diría yo.
Y qué
más universal que el dolor por una pérdida? Perder algo o perder a alguien dolió
siempre. En la prehistoria, en la Edad Media, ahora, y en el futuro. Acá, en
Asia, en Europa y en Oceanía. A mí, a vos, a él, a ella y hasta al perro. A
todos nos duelen las pérdidas. Por eso lo de la visión transpersonal, porque es
una vivencia absolutamente individual, pero absolutamente arquetípica y por
tanto, universal y colectiva. Pero no necesariamente aplica acá eso de “Mal de
muchos, consuelo de tontos.”
Frente
a una pérdida, se puede hacer duelo o se puede tapar el agujero con otro clavo
y seguir la marcha. Tarde o temprano se vivirá ese dolor. Aunque se postergue.
Hacer
duelos o no hacerlos? He aquí la cuestión. Duda existencial hamletiana
Si me
los permito atravesar, los padezco, me suelto del objeto que acabo de perder,
suelto esa soga que me ataba a ese objeto externo, y la soga se retrotrae y se
mete para adentro. Quedo, como siempre digo en estos casos, acaracolada, en
pleno repliegue regresivo, introspectiva.
Y
aunque duela, creo que la función de un duelo no es el sufrimiento inútil o
punitivo, sino este repliegue que debería permitirnos el reencuentro con nosotros
mismos, con lo que quedó de nosotros, con lo que introyectamos del otro que
perdimos, para comprobar qué aprendimos, para hacer la síntesis de una etapa
que cierra su ciclo, para analizar aciertos y errores, para programar la
siguiente marcha, para incluso modificarle el rumbo al GPS de nuestras vidas.
Y… el
duelo duele.
Pero
qué duele más? La pérdida del otro? La pérdida de lo que era yo con ese otro?
La pérdida de los rituales que compartíamos? La pérdida de un status de vida,
llámese de vida de casados, de vida laboral si lo que perdimos fue un empleo o
la condición de trabajadores activos y nos jubilamos? La pérdida del hijo que
partió a hacer su vida? Qué perdemos con lo que acabamos de perder? Porque ese
objeto muchas veces condensa muchas aristas y cuando se pierde, se lleva
consigo un trozo de nuestra identidad. Y hay que reorganizar nuestro status a
divorciada, viuda, jubilada, etc. No sólo nuestra identidad se ve afectada y
reclama nuevos ajustes. Nuestra vida, muchas veces renuente a los cambios,
también nos pide que reorganicemos nuestros tiempos, llenando los huecos
aparentemente inllenables que dejó esa pérdida.
Entonces
en el duelo duele el vacío. Y hace falta llenarlo de lágrimas a veces, de
gritos, de reproches, de demandas, de reclamos hasta a Dios.
Y
muchas veces ese hueco cuando el dolor es demasiado insostenible, se emparcha
con placebos. Como si te hubieran robado el auto y salieras a dar una vuelta en
bicicleta. Que te despeja un rato, pero sentís que no es lo mismo. A veces reemplazás
el auto por otro, y la comparación es odiosamente inevitable. Pero es lo único que te sale
hacer. Aunque después volvés al tedio y al desgano, casi resignada a sentir que aquello
que se fue es irremplazable.
Y es un
tiempo difícil. Tiempo de dolor, tiempo de reencuentro. No con el objeto
perdido, sino con uno mismo. Tiempo de desencuentro con los otros, que nos
reclaman y a quienes no podemos acudir, o acudimos, pero desganados, o desde
nuestras máscaras.
Tiempo
de quemar una etapa y velarla. Tiempo que genera cenizas, que requiere de
nosotros quedarnos mirando el fuego hasta que las brasas dejan de arder. Tiempo
de ver cómo desde esas mismas cenizas, lentamente, algo se empieza a gestar de
a poco. Nuestro Fenix sagrado, que vuelve a resurgir y tímidamente comienza a
desplegarse. Hasta que se pone en pié y empieza a agitar sus alas y a remover
el polvo. Como una dínamo, lentamente se va permitiendo comenzar el aleteo
hasta tomar impulso… y echarse a volar!
No te aisles. No te acaracoles. No estás solo.
GAIA
En cada persona encuentro esa pizca
de encanto que me enamora,
y me conecta con la vida.
La vida que temo se vaya
dejándome sola y rendida.
Perdida en vaguedades introspectivas...
y entonces decido asirme
a cada pulso de vida
y latir al unísono
con otras islas queridas.
Ya que islas somos:
no es fantasía.
Somos islas...
y constructores de puentes.
Tendedores de vías.
Un gran istmo
en el que algunas islas
son vecinas,
y otras más lejanas
nos desafían.
Claro que el océano
que aparentemente nos separa
esconde en sus profundidades
el gran secreto que a veces ignoramos:
...y es que estamos unidas.
Claudia Gentile
Lic. Claudia Gentile
Psicóloga clínica con orientación junguiana- Grafóloga pública – Astróloga
Terapias psicológicas tendientes a la individuación - Temas de género- Terapia de parejas - Talleres de autoconocimiento sobre la conformación de la femineidad - Grupos de reflexión - Grafoterapia.
mail: grafosintesis@yahoo.com.ar
tel.: 4672-4423 y cel.: 153-343-3665
Skype: usuario: grafosintesis.
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