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Aprender por dolor o aprender por amor?


Cuando era chica escuchaba siempre a mis abuelos decir que “A golpes se hacen los hombres y a patadas, las mujeres”. Curioso. Bien patriarcal, bien machista. Los hombres no lloran, se estampan contra la pared, se levantan, ponen cara de sufrimiento sofocado por el  orgullo y siguen adelante. Se meten en sus trajes rígidos de letra de imprenta mayúscula y van por la vida repitiendo reglas y preceptos, o enojos y patadas, si no se cumplen. A lo macho. A los golpes, sin lamentos, sin expresión de dolor.

Así se aprende? Así se crece?

Por otro lado cuando alguien nos insiste en que dejemos de hacer tal cosa que nos daña, o nos damos cuenta nosotros mismos de que una elección que hicimos no nos causa más que insatisfacción, cuántas veces no redireccionamos el rumbo a tiempo y nos dejamos arrastrar, hasta que las circunstancias nos hacen tocar fondo “a fondo” recién para pegar el volantazo y cambiar el rumbo?

Hay que dejar de fumar cuando estás al borde del EPOC? Cuando muere un amigo de cáncer de pulmón y te agarra el miedo a morirte? Hay que divorciarse cuando ya intoxicaste a tus hijos con desarmonías crónicas antiquísimas y la salud ya no te da más?

Siempre tuve la impresión de que nacimos con un termómetro que nos indica lo que está bien y lo que está mal. Y no sé si es una cuestión de ética. Aunque está entrelazado con los valores también, desde ya. Pero ese termómetro siento que es el bienestar o el dolor. Lo que causa dolor lo veo como un indicador de “error”, en tanto que lo que causa sentido de bienestar, de estar en el lugar adecuado, de armonía, es el termómetro del acierto. Y el pico polar del error qué es sino lo que se cronifica como enfermedad? Sea psíquica o peor aún, la que ya muerde el cuerpo y se manifiesta en lo somático? Y el pico de bienestar qué es sino la salud, la capacidad de amar, de producir, de crecer en armonía?

Se me ocurrió interpretar un mito bíblico, el de Adán y Eva en el paraíso. Me gusta  interpretar que la manzana que le ofrece Eva a Adán, la que proviene del árbol del Bien y del Mal, es el fruto del libre albedrío. Tenés una fruta simétrica en la mano, con las dos opciones potenciales de tu elección. Qué lado mordés? El del gusano? Pues te irá mal, elegiste mal. El fruto es un punto de inflexión a donde se bifurcan los caminos, como ante la Esfinge. Y la circunstancia te plantea un enigma. Y para seguir adelante tenés que elegir. Para un lado o para el otro, y bancarte los resultados, pura ley de causa y efecto. Y caminás. Y ves cómo te sentís con tu elección. Si hay dolor, te equivocaste. Si hay bienestar y salud, y amor y alegría, acertaste.

Parece muy reduccionista, pero pensalo. A veces creés que estás en el camino adecuado hasta que te das cuenta un buen día de que no; por acumulación de malestar. Pero ahí, cuando podrías patear el tablero y volver al punto para elegir lo contrario de lo que elegiste, se te frunce la vida de miedo y no querés recular. Te acostumbraste a la enfermedad, al displacer. El miedito interno te grita: “mejor malo conocido que bueno por conocer que quizás nunca llegue”. Y te quedás. Te quedás hasta la muerte del deseo, la muerte de la fe. Al amparo de “son todos iguales”, “es todo lo mismo”, pero es todo lo mismo si vos seguís siendo el mismo, si no te permitís cambiar, si no elegís el camino del crecimiento por amor y seguís prefiriendo aprender pero por las malas, por la vía del dolor.

Y vos, qué camino elegís para crecer? El del amor o el del dolor y la enfermedad?

Para seguir pensando…



Lic. Claudia Beatriz Gentile

Psicóloga clínica con orientación junguiana – Grafóloga Pública - Astróloga


Temas de género - Terapia individual y de pareja - Talleres de autoconocimiento - Grupos de reflexión - Cursos degrafología   - Grafoterapia

mail: grafosintesis@gmail.com


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