La vestidura. La ropa. Cubre pero también, porta sentidos. Es un significante que convoca a armarlo como signo uniéndole el significado que uno sabe que debe asignarle. Por qué lo sabe? porque la cultura se encarga de grabarlo a fuego en el psiquismo.
Cómo? pongamos ejemplos:
Qué hace que un chico se constituya desde lo visual en alumno? no solo la portación de útiles escolares. El principal significante es su ropa: sabemos leer que si un chico está de guardapolvos o de uniforme, es estudiante.
Vemos un hombre de traje. Sabemos que se debe tratar de alguien que trabaja, digamos, en una institución formal. Tiene su corbata puesta, signo de sujeción al sistema.
Sabemos que si vemos a un chico con los pantalones medio caídos, el pelo con gel, cortado a medias, lleno de piercings y de tatuajes se trata de .... Bueno, cada uno sabe qué señal lee y qué debe hacer en esos casos.
La ropa habla. No hay que ser un semiólogo para entender lo que dice. Es un código.
Cada rol tiene su vestuario. Hoy que es el día internacional del teatro, con más razón, podemos apelar al rol, al personaje, para hablar del vestuario que le corresponde.
Y hay roles que, históricamente, requieren de una investidura especial.
No se nos ocurre que un abogado nos atienda en su despacho vestido con un short de baño y en ojotas.
Tampoco que una presidente se presente en un acto público luciendo calzas como si fuera al shopping.
Qué pasa cuando se pierde la investidura? se desdibuja muchas veces, la función. Se diluye el protocolo que encuadra el ceremonial, o sea, la forma ritualizada en que se espera que se establezca la relación de esa figura con los demás.
Astrónomo turco según era visto (con su ropa típica) |
Astrónomo turco con la ropa esperada según la investidura |
Si se pierde la investidura, muchas veces se diluye el respeto que la función genera en el otro. No lo genera el sujeto sino el sujeto investido por su función. No es el doctor en zapatillas quien nos genera la sensación de estar frente a un médico, sino el guardapolvo blanco, o el ambo, el maletín. Si fuéramos al hospital a atender a nuestro hijo y apareciera un rubio con rastas enrodetadas, con zapatillas sucias y remera musculosa mostrando los pelos de las axilas, difícilmente, por más que fuera el mejor médico del mundo, nuestra cabeza en un principio, se adaptara a la idea de que estamos frente al médico. Por más que luego el doctor en su horario no laboral decida vestirse así, uno espera de cada situación ritualizada por la cultura, de cada personaje investido por la autoridad del rol que juega profesionalmente, un cierto ropaje, un cierto vocabulario, que forma parte del encuadre.
A qué voy?
Analicemos qué pasa cuando en cadena nacional nuestra mandataria dice que hay que comprar las heladeras del cartelito verde porque eso significa que son buenas (???????), por nombrar un casi insignificante ejemplo.
El protocolo no es en vano. Es un formato que arma los procederes a los que debe ceñirse alguien que fue investido de autoridad para desempeñar un rol, una función, ya con aval de la cultura.
Todo acartonamiento excesivo polariza la situación; la delimita pero a veces la rigidiza demasiado y sofoca. Lo vemos en aquellos que no se corren del protocolo y nunca se dejan ver, siempre se esconden tras la máscara de su investidura. Y en el polo opuesto, vemos a algunos que pierden totalmente los límites del rol que asumieron e improvisan de tal modo que emerge demasiado el sujeto y se desdibuja absolutamente la función otorgada por la cultura, por el pueblo. Queda a la vista un desborde de narcisismo sin acatamiento de límite alguno ni sujeción a la función que le fue asignada.
Como ejemplo no solo pongo a la dama en cuestión, sino a toda una sociedad que está perdiendo los límites y se desborda. Se desborda abusando del otro sin que un marco de ley nos garantice justicia.
Y qué hacemos entonces?
Abandonamos las investiduras totalmente? O tratamos solo de aflojar un poco el nudo de la corbata? O vamos de elegante sport a trabajar?
De ahí a ir a trabajar desnudos hay un tramo enorme. Abolimos todo límite? abolimos todo rastro contenedor que ponga la cultura, en un intento de individuarnos y ser uno mismo?
Pero se puede ser uno mismo excediendo el límite propio y pisando el territorio ajeno impunemente? O ser uno mismo también implica ubicarse en una ley interna establecida y consensuada, que marca una divisoria de aguas entre mi derecho y el de los demás?
Se puede proponer despojarse aún más de ropajes en un momento en donde se usa andar con harapos, y las investiduras, al menos de los cargos públicos, paralela y simultáneamente, se están desdibujando tanto que ya quedan, muchas veces, solo meras caricaturas grotescas de lo que debería ser?
Por qué no paramos un cambio el tren nacional en el que nos están subiendo a toda velocidad rumbo a las campañas, y pensamos un poco?
(Esta reflexión surge a partir de las pocas pinceladas que me fueron tolerables escuchar del discurso en cadena de la dama de ayer sobre la dación de más dádivas justamente para tapar los trapitos sucios que le hicieron salir al sol al fiscal para desdibujar su investidura, y desacreditándolo, desestimar su denuncia.
Esto por un lado, y como frutilla del postre, por otro, esta nota sobre "URBANUDISMO", que es una propuesta para "derribar prejuicios". En un momento social en que más que derribar, deberíamos empezar a construir límites. Lo bien que nos vendría.)
Lic. Claudia Beatriz Gentile
Psicóloga clínica con orientación junguiana – Grafóloga Pública - Astróloga
Temas de género - Terapia individual y de pareja - Talleres de autoconocimiento - Grupos de reflexión - Cursos de grafología
Floresta-CABA- Rep. ARGENTINA
mail: grafosintesis@gmail.com
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