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Consultas grafológicas - Casos

Pablo- Un consultante que quería desafiar a la grafología
Lo que sigue a continuación es la síntesis de una consulta que recibí hace un tiempo. Los datos están cambiados para resguardar la identidad del consultante, sin alterar la esencia del caso.Este es el segundo de otros que iré publicando. Pero la idea es que se pueda ir apreciando el alcance de la grafología.
Este caso en particular fue con el que terminé de convencerme por seguir mis estudios para licenciarme en Psicología. A pesar de las herramientas que tenemos como grafoterapeutas incluso, me sentí impotente para ayudar a esta persona.
El día de hoy, con más experiencia y a pocas materias de licenciarme, reviso el caso y creo que lo que hice fue lo que mejor pude hacer en ese momento. Y ahora veo que incluso recibida de psicóloga, si el consultante no trae una demanda verdadera de análisis, si sólo viene a demostrarse o a demostrarnos que no podemos con él y no se pone a favor de iniciar un tratamiento con buena predisposición, es muy poco lo que se puede hacer por él, casi nada. O nada directamente.


Caso Pablo
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Presentación
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Pablo vino a consulta recomendado por una cliente mía con quien Pablo tomaba clases de baile. Era un hombre de treinta y tantos, soltero, muy locuaz, un profesional joven que se había recibido pero no ejercía, que trabajaba aún en la empresa familiar, bajo la tutela de su padre.Relató tener un entorno familiar muy estricto, pero muy contenedor, con el que se mostraba satisfecho. El vínculo con su madre era muy estrecho: con ella hablaba y compartía sus problemas. No tenía muchos amigos, no salía demasiado, tenía una novia reciente que complacía las expectativas de sus padres pero de quien no estaba muy enamorado, sólo se sentía bien en su compañía. Era una muchacha poco demandante y de carácter dócil, también proveniente de un entorno familiar muy conservador.Pablo sólo demostraba sentir verdadero placer cuando hablaba de su hobby: practicaba un deporte acuático de avistaje que lo había llevado a viajar en varias oportunidades al Caribe. De eso habló desde que se presentó, con verdadero interés, restándole importancia a todo lo demás, que fue apareciendo incluso en la segunda entrevista.
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El caso
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Pablo había venido recomendado por una persona de mi conocimiento que me refirió que sabía por él que estaba tratándose una fobia con una terapia alternativa. No supo decirme a qué. Sólo me dijo que al bailar era muy renuente al contacto corporal, que en dichas situaciones se ponía rígido, y que en más de una oportunidad lo invitó a que se uniera a un grupo de baile que ella misma frecuentaba, para que pudiera practicar con otras parejas, no sólo en forma individual y exclusiva con ella. Pablo accedió a ir pero no bailó en toda la noche y no quiso repetir la experiencia.De todo esto en la entrevista no se habló. No le comenté estar en conocimiento de esto tampoco. Sólo le pregunté si había algo en particular que le resultara problemático y que le gustaría explorar a través del análisis. Su respuesta fue negativa. Su actitud seguía siendo despreocupada, jovial, abierta y locuaz.
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El motivo de consulta
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No expuso claramente lo que esperaba encontrar en su análisis, ni ningún tema en particular que pudiera entenderse como conflictivo. Sólo quería probar si en realidad un estudio grafológico era tan veraz como su profesora le había dicho. Una actitud desafiante y cerrada encubierta por una fachada locuaz y aparentemente abierta al diálogo.
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Su letra
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Durante la entrevista telefónica le había pedido que me trajera escritos anteriores. Me preguntó si apuntes de la facultad serviría, y por supuesto le pedí que me los trajera. Para mi sorpresa, Pablo vino con la mayor cantidad de material que alguien alguna vez me trajera. Había fácilmente más de un bibliorato de hojas sueltas.Le hice las tomas. Mientras escribía seguía mostrándose despreocupado y de buen humor. Algo me llamó la atención. Su escritura habitual era en imprenta pero me dijo que no hacía mucho que la había adoptado. Le pregunté si la usaba para los exámenes, y su respuesta fue negativa. No hubo nada en especial que le demandara el cambio.En los escritos anteriores se alternaba la escritura cursiva en unos y la imprenta en otros. No veía un patrón que marcara la diferencia. Confundida con tantos papeles frente a mí, decidí agruparlos por año. Afortunadamente los apuntes tenían fecha. Como eran tantos, opté por pegarlos en la pared agrupados por año, desplegados ante mí como una pizarra. Cada año con su correspondiente serie de escritos debajo, a la vista. Ahí pude encontrar el patrón: un año separaba las aguas. Antes de ese año, cursiva. Luego vino el cambio. Que no fue paulatino, que no fue en una materia en particular ni solo en los apuntes. En escritos personales se repetía lo mismo. A partir de cierta fecha, un abrupto cambio en la escritura habitual de cursiva a imprenta. La cursiva era de agrupada a ligada y más pequeña. La imprenta era mayúscula, desligada y de tamaño mayor. El margen derecho en la cursiva era irregular pero normal. En los escritos en imprenta, el margen derecho creció notoriamente, siempre fluctuante, en un visible movimiento de repliegue hacia la izquierda de todos los movimientos gráficos. Había mayor distancia no solo entre letras, sino entre palabras y aún entre renglones. Aparecieron gestos regresivos en arco, como muestra de un mecanismo defensivo de protección. Letras inacabadas, gestos de inhibición que marcaban una clara gestalt de un cuadro que denunciaba evidentes señales de angustia. Esta angustia lo replegaba, le hacía escapar de los contactos sociales nuevos, en huída hacia los ya establecidos. Su mejor defensa lejos de ser el ataque, era la huída, la evitación y el repliegue introversivo. Una manifiesta y rotunda actitud de negación de los problemas que no podía confrontar. Pero por qué a partir de esa fecha? Qué habría pasado entonces?
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La devolución del escrito
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Cuando comencé a leerle su informe y a comentarle ampliando lo que iba leyendo, la actitud tan despreocupada, negadora y en el fondo, desafiante de él se desvaneció. Supe entonces que me estaba enfrentando a sus defensas, que le provocaba angustia hablar del tema. Entonces lo llevé hasta la pared tapizada aún con sus escritos. Le mostré los escritos en cursiva, y los escritos en mayúscula. Sin explicarle nada, le dije que ese cambio me había llamado la atención. Cambio ligado a esa fecha. Le pregunté por qué había cambiado la letra. No me contestó nada concreto. Entonces le pregunté si en ese entonces había pasado algo significativo en su vida. Después de dar vueltas, de minimizar el asunto, de negarle o restarle importancia, me dijo que nada había pasado, solamente que su novia de tantos años lo había dejado, nada más que eso.Desprendí entonces los papeles de la pared y le dije, restándole yo ahora importancia al tema, para no angustiarlo más, que creía que esa ruptura había sido más importante y decisiva de lo que él creía. Le pregunté si quería hablar al respecto, pero se negó, así que me remití a señalarle características de su personalidad que reforzaran su autoestima y concluí la devolución.Yo ya le había soslayado el origen del conflicto, abrí incluso la puerta para que comentara sobre el tema. Pero no era su momento, quizá yo no fuera la persona. Así que ahí concluí. Nada hubiera ganado en demostrarle todo el resto de información que surgía del estudio.

Este no fue un caso que me haya generado satisfacción. Quizás mi misma omnipotencia espere siempre un resultado favorable en aquel que recibe mi devolución. Pero estas experiencias sirven para aceptarnos como un otro barrado.
Cuando el mecanismo de defensa que prevalece en el consultante es el de negación, es, al menos para mí, muy difícil manejar las devoluciones. He de centrarme mucho en reforzar los valores positivos que encuentro en el escrito para no despertar más angustia de la ya vivenciada por el sujeto.
Pero debo reconocer que como caso en sí, desde una perspectiva grafológica, fue muy interesante porque pude ir siguiendo en los escritos anteriores, cómo se desató la neurosis de angustia a partir de un desencadenante traumático, y cómo surgió consecuentemente como recurso posible de su psiquismo, la fobia social, como mecanismo protector.

Claudia Gentile
Grafóloga Pública
Tel.: 4672-4423 cel.: 153-343-3665
Mail: grafosintesis@yahoo.com.ar
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Grafología Y Psicología por Claudia Gentile
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