Lo que sigue a continuación es la síntesis de una consulta que recibí hace un tiempo. Los datos están cambiados para resguardar la identidad de la consultante, sin alterar la esencia del caso.
Iré publicando otros más adelante. Pero la idea es que se pueda ir apreciando el alcance de la grafología.
En este caso en particular no fue necesario recurrir a la grafoterapia. Con la devolución tras el análisis, bastó. La consultante quedó satisfecha y se puso en marcha en la dirección en la que el análisis le había esclarecido que podría actuar.
Presentación
Una mujer vino a consultarme hace ya algún tiempo. Mirta era una mujer esbelta, segura de sí misma. Lucía con dignidad sus cincuenta y tantos años: pulcra, femenina, pero sin demasiados ornamentos en su vestimenta. Su pelo negro y lacio hasta los hombros, suelto; poco maquillaje, solo algo de color resaltaba sus ojos negros y su mirada profunda y penetrante. Cuando vino a consultarme, expuso de manera clara y abierta lo que le afectaba. Pero nunca se posicionó como víctima de ello. Sólo lo expuso, con su dignidad, preguntándose en qué había fallado, haciéndose cargo de toda la situación, pero sin culparse; cuestionándose su situación como si fuera un gran juego de ajedrez en el que algunas movidas habían sido mal ejecutadas.
El caso
Mirta llevaba casada más de la mitad de su vida. Tenía un hijo de veintitantos. Su matrimonio se venía derrumbando desde larga data. Su hijo la evitaba y trataba de escapar de sus controles. Su marido se sentía dirigido y le reprochaba no contar con ella como un par. Ella reconocía ser autoritaria, controladora, pero estaba atrapada en su forma de ser y no podía ni quería dejar de ser auténticamente como era porque sentía que de hacerlo, estaría siendo hipócrita.
El motivo de su consulta
Mirta se había formado en una Universidad muy prestigiosa y obtuvo su título de grado. Hizo sus prácticas al lado de un prestigioso profesional ya desaparecido. Pero muy joven aún, se tuvo que enfrentar con los prejuicios de su familia a los que se sumaron los de su marido. Se casó muy joven y, tanto los mandatos familiares como los de su marido la instaban a no ejercer y a dedicarse a los quehaceres domésticos. Mirta quedó rápidamente embarazada y allí culminó su incipiente carrera profesional.
Ahora, con tantos años de frustración encima, en vez de sentirse derrotada, se preguntaba de qué podría trabajar para rescatar algo de su vocación, tan desligada de lo que había llevado adelante por puro deber y en lo que sentía que no había obtenido logros ni siquiera afectivos.
Su letra
Los rasgos de Mirta eran firmes pero de un avance dinámico. Su escritura alta y verticalizada revelaba su posicionamiento objetivo frente a los hechos. Su letra angulosa y segura tenía un avance decidido hacia la derecha. No era una persona que se dejara llevar por sus estados emocionales. Era racional y lógica, aunque un buen grado de intuición la ayudaba a tomar decisiones rápidas y certeras. No vacilaba cuando emprendía una tarea. Lo hacía con decisión, y ponía toda su determinación en ello. Muchas palabras iban disminuyendo su tamaño hacia el final: Mirta tenía un profundo poder de observación. Era incisiva y sarcástica en sus apreciaciones. Sus rasgos personales denotaban inteligencia y sentido práctico. Sus letras agrupadas denotaban avances decididos tras evaluar la situación: una excelente mixtura entre elaboración de la realidad y un consecuente accionar sobre la misma.
La devolución del escrito
Se le comunicó a Mirta el resultado del estudio grafológico. En realidad no había nada que modificar en su conducta. Sólo era cuestión de que se desenvolviera profesionalmente en el entorno adecuado. Tenía capacidad organizativa, dominio de grupo, rápida y certera capacidad para la toma de decisiones. Sabía evaluar rápidamente el entorno y obrar en la dirección adecuada. Era decidida y responsable de sus acciones. Pragmática y lógica tanto para resolver, como para delegar y para actuar.
Mirta se había graduado en Medicina. Luego se especializó en Cirugía y se formó en el equipo de un prestigioso cirujano trágicamente desaparecido. Se conversó acerca de la posibilidad de reinsertarse laboralmente en un entorno en donde pudiera ejercer lo que se había preparado para hacer. Ello implicaba un gran esfuerzo debido a las condiciones en contra que tras tanto tiempo la habían alejado de su carrera. Pero no era voluntad ni tenacidad lo que le faltaba. Ya se encargaría de encontrarse un lugar adecuado. Sólo le faltaba darse ella misma el permiso para trabajar, cumplido ya los mandatos familiares.
Una vez que se reubicara, todas sus características de personalidad iban a jugarle productivamente, no en contra como había ocurrido al abocarse por obligación a una tarea que no la satisfacía plenamente. Y de ese modo, su familia no estaría ubicada como la prioridad número uno, sino que quedaría posicionada en un segundo lugar, dándoles aire tanto a su esposo como a su hijo. Ella podría sentirse entonces satisfecha con su desempeño, ya que era exigente y bastante perfeccionista, y volvería a su casa sin la carga de frustraciones que en el momento de la consulta soportaba.
Una mujer vino a consultarme hace ya algún tiempo. Mirta era una mujer esbelta, segura de sí misma. Lucía con dignidad sus cincuenta y tantos años: pulcra, femenina, pero sin demasiados ornamentos en su vestimenta. Su pelo negro y lacio hasta los hombros, suelto; poco maquillaje, solo algo de color resaltaba sus ojos negros y su mirada profunda y penetrante. Cuando vino a consultarme, expuso de manera clara y abierta lo que le afectaba. Pero nunca se posicionó como víctima de ello. Sólo lo expuso, con su dignidad, preguntándose en qué había fallado, haciéndose cargo de toda la situación, pero sin culparse; cuestionándose su situación como si fuera un gran juego de ajedrez en el que algunas movidas habían sido mal ejecutadas.
El caso
Mirta llevaba casada más de la mitad de su vida. Tenía un hijo de veintitantos. Su matrimonio se venía derrumbando desde larga data. Su hijo la evitaba y trataba de escapar de sus controles. Su marido se sentía dirigido y le reprochaba no contar con ella como un par. Ella reconocía ser autoritaria, controladora, pero estaba atrapada en su forma de ser y no podía ni quería dejar de ser auténticamente como era porque sentía que de hacerlo, estaría siendo hipócrita.
El motivo de su consulta
Mirta se había formado en una Universidad muy prestigiosa y obtuvo su título de grado. Hizo sus prácticas al lado de un prestigioso profesional ya desaparecido. Pero muy joven aún, se tuvo que enfrentar con los prejuicios de su familia a los que se sumaron los de su marido. Se casó muy joven y, tanto los mandatos familiares como los de su marido la instaban a no ejercer y a dedicarse a los quehaceres domésticos. Mirta quedó rápidamente embarazada y allí culminó su incipiente carrera profesional.
Ahora, con tantos años de frustración encima, en vez de sentirse derrotada, se preguntaba de qué podría trabajar para rescatar algo de su vocación, tan desligada de lo que había llevado adelante por puro deber y en lo que sentía que no había obtenido logros ni siquiera afectivos.
Su letra
Los rasgos de Mirta eran firmes pero de un avance dinámico. Su escritura alta y verticalizada revelaba su posicionamiento objetivo frente a los hechos. Su letra angulosa y segura tenía un avance decidido hacia la derecha. No era una persona que se dejara llevar por sus estados emocionales. Era racional y lógica, aunque un buen grado de intuición la ayudaba a tomar decisiones rápidas y certeras. No vacilaba cuando emprendía una tarea. Lo hacía con decisión, y ponía toda su determinación en ello. Muchas palabras iban disminuyendo su tamaño hacia el final: Mirta tenía un profundo poder de observación. Era incisiva y sarcástica en sus apreciaciones. Sus rasgos personales denotaban inteligencia y sentido práctico. Sus letras agrupadas denotaban avances decididos tras evaluar la situación: una excelente mixtura entre elaboración de la realidad y un consecuente accionar sobre la misma.
La devolución del escrito
Se le comunicó a Mirta el resultado del estudio grafológico. En realidad no había nada que modificar en su conducta. Sólo era cuestión de que se desenvolviera profesionalmente en el entorno adecuado. Tenía capacidad organizativa, dominio de grupo, rápida y certera capacidad para la toma de decisiones. Sabía evaluar rápidamente el entorno y obrar en la dirección adecuada. Era decidida y responsable de sus acciones. Pragmática y lógica tanto para resolver, como para delegar y para actuar.
Mirta se había graduado en Medicina. Luego se especializó en Cirugía y se formó en el equipo de un prestigioso cirujano trágicamente desaparecido. Se conversó acerca de la posibilidad de reinsertarse laboralmente en un entorno en donde pudiera ejercer lo que se había preparado para hacer. Ello implicaba un gran esfuerzo debido a las condiciones en contra que tras tanto tiempo la habían alejado de su carrera. Pero no era voluntad ni tenacidad lo que le faltaba. Ya se encargaría de encontrarse un lugar adecuado. Sólo le faltaba darse ella misma el permiso para trabajar, cumplido ya los mandatos familiares.
Una vez que se reubicara, todas sus características de personalidad iban a jugarle productivamente, no en contra como había ocurrido al abocarse por obligación a una tarea que no la satisfacía plenamente. Y de ese modo, su familia no estaría ubicada como la prioridad número uno, sino que quedaría posicionada en un segundo lugar, dándoles aire tanto a su esposo como a su hijo. Ella podría sentirse entonces satisfecha con su desempeño, ya que era exigente y bastante perfeccionista, y volvería a su casa sin la carga de frustraciones que en el momento de la consulta soportaba.
Claudia Gentile
Grafóloga Pública
Tel.: 4672-4423 cel.: 156-403-9734
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Grafología Y Psicología por Claudia Gentile
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