La mujer: habitante única del universo fucsia
Un aniversario más. Quizás para muchos sólo un día más en el calendario. Puede que para algunos hombres implique la compra de un ramo de rosas o un saludo al terminar el desayuno antes de irse.
¿Y para nosotras? Más allá del acontecimiento histórico que subyace en este día, ¿qué valor le damos al hecho de ser Mujer?
A ver, hermanas mías, ¿qué labor maravillosa implica pertenecer a nuestro género?
No esperen que me ponga en feminista a ultranza y comience a degradar al hombre, o a culparlo de nuestras miserias. Nada más lejano a mis intenciones. Simplemente intento hacer un abordaje al tema desde la especificidad de nuestro mundo emocional para ver si arrojo luz, como para que se establezca un puente de comunicación que acerque a ambos mundos: el femenino y el masculino.
Alguien me dice siempre (un varón) que el universo emocional es un terreno absolutamente desconocido. Sólo percibe los matices blanco y negros de los hechos fácticos, capturados desde la lógica secuencial y matemática. He aquí la forma de encarar el mundo del varón promedio. En su marco referencial, la lectura de nuestras expresiones emocionales le arrojan los datos de “está triste, regalémosle flores”, o “está contenta, hoy le puedo contar que el sábado trabajo.” Si se atreven a preguntarnos qué nos pasa, a las primeras quince palabras ya quedan abrumados por descripciones de sensaciones, emociones, percepciones que no logran captar, y pierden el hilo. Quieren hechos para entender las cosas, no matices rosas, lilas y violetas que describan sutilezas que les cuesta aprehender.
“Hay veces en que tengo situaciones delante que otros me advierten que no capto; es como si tuviera un elefante fucsia en frente de mi cara y no pudiera verlo”.
A qué situaciones se refiere este ejemplar del otro género? Pues a tantas que a nosotras no se nos escaparían nunca: la lectura de un gesto de alguien (que nos hirió, o que nos hizo mucho bien), quizás el matiz de una palabra dicha con cierto tono, un llamado que nos levantó el ánimo, pero que no transmitió absolutamente nada concreto, pero que nosotras supimos leer como que alguien captó que necesitábamos hablar y se puso delante para escucharnos y para contarnos algo lindo que nos contagiara su ánimo. “¿De qué hablaron, qué te dijo?”, nos preguntará el varón, que estuvo esa hora mirando la televisión mientras seguíamos en el teléfono. “Nada en particular, solamente charlamos un rato”, le decimos con una sonrisa rebosante de felicidad, tras haber estado calladas y sombrías durante la cena. El cambio a qué se debió, se preguntará él, sin entenderlo.
Y cuántas cosas sabemos ver y predecir al advertir entre los nuestros detalles que nos hablan a las claras de qué les está pasando a aquellos que queremos. Somos las “brujas” que sabemos de antemano un sinfín de cosas que a los varones se les escapan.
Está bien que a la hora de resolver cuestiones fácticas, como la compra de una casa, nuestra percepción se centra más en su clima interno que en los valores de mercado. Serán quizás ellos los que con más frialdad y buen tino manejen las variables económicas. Y puede que tras muchos y buenos años de una sana comunicación de pareja, se logren comprender los dos modos tan disímiles de captar el mundo, e incluso aprender bastante a funcionar en el registro del otro género, para completarnos e individuarnos.
He aquí el desafío. Se animan?
Feliz día!!!
Claudia Gentile
Psicóloga UdeMM- Grafóloga Emerson-Astróloga
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