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Somos como escribimos-Entrevista a la Grafóloga y Grafoterapeuta española Montse Perelló Giné

La Vanguardia, SÁBADO, 22 SEPTIEMBRE 2007


DAVID AIROB C O N F I R M A
Me asomo con la grafóloga Perelló a las almas de Einstein, Hitler y Marilyn Monroe, atrapadas para la eternidad en sus firmas (puede verlas en la red): allí están las personas que fueron antes de ser mitos.
“La sencillez de la firma de Einstein –pequeña y sin ninguna floritura– muestra a un hombre humilde y evolucionado, con un punto de la ‘i’ muy adelantado, propio de los pioneros”.
“Comparar las firmas del Hitler de 1906, con su enorme energía en el trazo, y la de 1946, con la línea descendente propia de los estados depresivos, es leer la crónica de su hundimiento”. “Marilyn tenía una firma muy angulosa, porque era tierna y sociable, pero el ángulo en la parte baja delata la tensión y la agresividad contenida por su obsesión por lo material”.

-Me llegó un manuscrito de una multinacional: el candidato a directivo había pasado las pruebas de selección y la última parte del proceso era que mi gabinete analizara su letra.
–¿Y...?
–Dictaminamos que en sus trazos se apreciaba claramente su adicción a la cocaína.
–¿Cómo pudo saberlo sólo por la letra?
–Una adicción se hace evidente en la grafía pastosa del adicto.
–¿A qué se refiere al decir pastosa?
–El candidato cargaba las tintas en milímetros de forma claramente apreciable para un grafólogo con experiencia.
–¿Y la multinacional les creyó?
–Era cierto y el candidato lo reconoció. Tomaron nota, desde luego, pero era tan idóneo para el puesto que la empresa le contrató y después le pagó un buen tratamiento de deshabituación. Fue un buen final para todos.
–¿Qué otros defectos detectan ustedes?
–Las anoréxicas o bulímicas, por ejemplo: tienden a invadir el espacio interletra. Solemos decir que se lo comen. Los trastornos de alimentación se detectan en la letra como otros desórdenes afectivos u emocionales y el estado de ánimo al escribir.
–En el cole hacíamos caligrafía con los aburridos cuadernos Rubio.
–Esa caligrafía normativa de colegio de pago era parte de la formación tradicional.
–O deformación...
–El sistema de educación tradicional, tal vez sin ser consciente de ello, sabía muy bien lo que hacía: estaba moldeando su carácter de forma muy eficaz, porque su caligrafía no es mera cuestión estética: no se trata sólo de un reflejo de la personalidad, sino que el propio acto de escribir nos conforma a nosotros y nuestras personalidades.
–¿La caligrafía nos formaba o deformaba?
–Exactamente: nos formaba en lo más íntimo: nuestro modo de ser. Y cuando hemos ido creciendo nos hemos ido librando precisamente de esos moldes canónicos del colegio y hemos adaptado nuestros grafos a nuestra personalidad en continua evolución.
–¿Si modificamos nuestra caligrafía, modificamos nuestra personalidad?
–Podemos modificar nuestra grafía y con ese esfuerzo y en ese proceso mejorar nuestra personalidad. Con determinados ejercicios, depuramos algunos de nuestros defectos al hacernos conscientes de ellos tras analizar
nuestra letra y al tratar de corregirla.
–Por ejemplo.
–En nuestra grafía se manifiestan la capacidad analítica y de síntesis, la creatividad, la concentración, el talante proactivo o pasivo, el optimismo o la melancolía y muchos otros trastornos emocionales y afectivos.
–¿Puede ser más precisa?
–Por ejemplo, el análisis de cómo escribe usted la tilde (el gorrito) de la t nos permite deducir su fuerza de voluntad y también si tiene usted un trastorno volitivo.
–¿Dice usted que si mejoro mis t, mejoraría también mi fuerza de voluntad?
–En eso consiste precisamente la grafoterapia: al analizar su t con el grafoterapeuta, usted se haría plenamente consciente de su fuerza de voluntad y al trabajar su grafía con determinados ejercicios podría mejorar también su personalidad.
–¿Cuál es el fundamento de esa terapia?
–La toma de conciencia de quien la sigue sobre sus propios defectos, problemas y también de sus virtudes. Al ejercitar la escritura y tratar de mejorar los grafos se realiza un acto de voluntad que hace consciente lo que permanecía antes oculto para cada uno.
–“Nosce te ipsum”.
–Conocerse a uno mismo es el primer paso para mejorarse, y el grafoterapeuta analiza cada grafía, desvela la información que proporciona y propone métodos para mejorarla, mejorando también al mismo tiempo la personalidad.
–¿Puede ser más específica?
–Otro ejemplo sería la forma en que trazamos el óvalo de la letra g: proporciona información sobre su sexualidad.
–¿Cómo?
–Se pueden detectar desórdenes libidinales en ese óvalo; una ninfomanía o una anorgasmia. Si trabaja usted y se ejercita en modificar ese óvalo, también será consciente de su conducta sexual y podría mejorarla.
–¿Mejoraré mi vida sexual sólo con trazar mejor mis g?
–Sus g forman parte de su personalidad. Ese análisis debe contextualizarse en toda su caligrafía personal y al calibrar la inclinación, la presión, la forma, la línea base y la continuidad de toda la escritura.
–Supongo que le llevarán a su consulta muchas letras de seres queridos.
–A menudo.
–¿Y si no entiende usted nada de lo escrito?
–De algún modo, cuando alguien caligrafía sin preocuparse de que se le entienda, denota su falta de interés en ser comprendido: es usted un soberbio y pasa de los demás.
–¿Y si no entiendo mi propia letra?
–Esa falta de comunicación y ese descuido que usted tiene con los demás también lo hace extensivo a usted mismo. Es un vago.
–Cada vez escribimos menos a mano.
–Es igual: la utilice a menudo o no, su grafía será tan personal y tan valiosa como si no hubiera ordenadores.
–Firmar, firmamos a menudo: ¿si modifico mi firma, modifico mi conducta?
–Exactamente igual: la firma es un indicador de los grandes cambios en nuestra vida y personalidad. Llega un día en que tu firma no te gusta y la cambias, porque tú también has cambiado. Si un grafoterapeuta la analiza, le explicará cómo y por qué ha cambiado.
Publicado por:
Claudia Gentile
Grafóloga Pública
tel: 4672-4423 cel.: 153-343-3665
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Grafología Y Psicología por Claudia Gentile
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